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SEÑOR, ponle un guardia a mi boca
    y un vigilante a la puerta de mis labios.
No permitas que mi corazón se incline a lo malo;
    ni que me una a los perversos para hacer maldades.
No permitas que me junte con los que hacen el mal;
    ni que coma con ellos en sus fiestas.

Acepto que el justo me corrija,
    considero un acto de bondad que me reprenda;
    yo nunca rechazaría eso.
Pero siempre seguiré tratando de hacer el bien
    y no aprobaré lo que hagan los perversos.

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